Banda Xhavizende

Banda Xhavizende
tocando los sones

La Llorona por banda infantil Xhavizende

Juchiteca

Conversation. Sofía y Andy

Andy y Giovani improvisando

Martín improvisando

El Fandango

Cat Walk

El Son Istmeño en Juchitán, Oaxaca, México

Introducción

El Son Istmeño es uno de los géneros tradicionales más representativos de la región del Istmo de Tehuantepec, existen muchas instrumentaciones, pero la más usual es la llamada “banda regional” que consta de saxofones, trompetas, clarinetes, bombo, tarola y platillos, también se ocupan trombones pero no son tan comunes. La tuba tampoco se usa, en vez de ella encontramos al sax barítono que hace la función de bajo. La “banda regional” está presente en toda la vida ritual de los zapotecos del istmo, dentro de su repertorio también interpreta otros géneros como pasos dobles, marchas, valses, polkas y misas.

La importancia de esta música reside en que es un patrimonio vivo, un conocimiento que se ha guardado y cultivado por generaciones acompañando todos los eventos de la vida comunitaria, su estilo es muy peculiar y contiene una estética libre y caótica aunque completamente lógica y coherente. El son istmeño es un género complejo en forma y contenido, el uso de la teoría musical puede ayudarnos a comprenderlo y desarrollarlo dentro de sus propios cánones o rompiéndolos.

A continuación les comparto una serie de ejercicios teóricos prácticos sobre las formas armónicas y el uso de las escalas en el Son. Este pequeño manual, está divido en dos partes que se tienen que estudiar a la vez, la primera es un taller de armonía aplicado al Son, está pensado para que sea impartido por un maestro pues algunos aspectos de la teoría son complicados y este espacio no es suficiente ni pertinente para detallar aspectos generales. La segunda parte, son ejercicios prácticos técnicos para instrumentos de viento, que están orientados como herramientas para la improvisación.

Los instrumentos transpositores, deben leer a conciencia la tonalidad que les corresponda, pues sería impráctico hacer una versión para cada instrumento. A lo largo de estos ejercicios se revisarán las tonalidades más usadas y los aspectos melódicos y armónicos básicos, la cuestión rítmica del son istmeño solo se tratará superficialmente y se tratará en un segundo volumen junto con escalas más complejas y el uso de otras tonalidades que aunque no se usan tradicionalmente en el son, es necesario saberlas. Más adelante, voy a hacer una versión en clave de Fa para tubas y trombones.

Los conceptos que aquí se presentan, pueden usarse para cualquier instrumento, presentan de manera estructural al Son Istmeño, está dirigido a la educación de las bandas infantiles de la región, por ello, no puede abarcar las variantes estilisticas que se dan en los distintos pueblos del istmo, ni pretende decir una sola manera de tocarlo, por el contrario, es una herramienta para desarrollar las diferentes formas del son que están en función del estilo étnico y del gusto particular del intérprete.


El Son Istmeño

El Son Istmeño es una música mestiza que tiene sus orígenes en el siglo XVII a partir de que los primeros viajeros comenzaron a traer instrumentos Europeos de origen Árabe a nuestro continente, las guitarras, bandurrias y jaranas interpretaron y recrearon todo un repertorio popular a lo largo de todo el continente, las islas caribeñas y ciertos puertos de la península ibérica, esto conformó la región histórica que Antonio García de León ha denominado como Caribe Afro-Andaluz. Las rutas comerciales de España tuvieron especial importancia en las islas caribeñas, el puerto de Veracruz y la región ístmica, pues al ser esta la parte más angosta del continente en la época de la Nueva España, era ideal para el tráfico de mercancías del Golfo de México al Océano Pacífico. Sin embargo por el istmo no solamente pasaron mercancías, sino sobre todo personas, ideas, indumentarias, sabores y sonidos, toda una estética de la época transitó por el Istmo y muchas cosas de fuera se quedaron estableciéndose como propias, otras se crearon aquí y después se internacionalizaron como representativas de nuestra tradición.

Gracias a los viajeros y artistas de aquella época, encontramos la recurrencia de las cadencias y escalas andaluzas que conforman las armonías del son istmeño, los mantones de manila, los bordados en los trajes regionales, las telas y muchas cosas más que han deleitado el gusto de los zapotecos del Istmo y las demás etnias que habitan la región. A partir del siglo XIX, con la reforma y después con la invasion francesa-austro-húngara las bandas de viento comenzaron a tener auge en nuestro continente. En Europa las bandas militares eran indispensables para la guerra y de esa forma nos llegaron aquí también muchos instrumentos que se estaban inventando o mejorando en Europa, por ejemplo, los clarinetes, saxofones y trombones.

Las capillas en nuestro continente fueron las escuelas de música más importantes y desde la llegada de los primeros colonizadores se empezaron a importar instrumentos para enseñar la religión a través de la música, ésta empresa tuvo tanto éxito que durante varios siglos el desarrollo musical de América representaba un gasto fuerte para la corona española. Con la independencia y posteriormente con la reforma, las capillas de música fueron perdiendo fuerza política pero seguían siguieron siendo el centro de formación musical más importante por muchos años más.

Con la llegada de los nuevos instrumentos de viento, los maestros y arreglistas de la época tuvieron una gran tarea de transcribir el repertorio sacro, pero también los sones, canciones, valses y demás géneros populares a las nuevas instrumentaciones de moda: la banda de vientos. Por otro lado, también el Estado y el ejército formaron sus bandas para tocar el repertorio militar y los temas en boga. Un repertorio nacional que se creó como parte de las políticas culturales de la época. En el Istmo, la música zapoteca perduró en el Pitu Nisiaaba, conservando un sentido ritual que continúa hasta nuestros días y que se reconoce como uno de los géneros musicales que más elementos prehispánicos contiene. Los sones, por su lado, se tocaban con los instrumentos que hubiera al alcance, jaranas, guitarras, marimbas, marimboles, bandolas y mandolinas, muchos de ellos fueron desapareciendo en la medida que las bandas representaban el sector más especializado de la música y el repertorio tradicional adquirió un carácter virtuoso y sofisticado al ser orquestado en banda.

Es probable que a principios del siglo XX, el Son Istmeño haya tenido una influencia indirecta del jazz y la música negra de Nueva Orleans, pues este puerto junto con el de Coatzacoalcos y Salina Cruz estaban muy relacionados entre sí: la ruta más corta entre el Este y el Oeste de Estados Unidos seguía siendo a través del Istmo de Tehuantepec, me parece que el documento más fidedigno de ello es el “swing” con que se tocan las corcheas, la improvisación y el uso de ciertos cromatismos, además existen diversas crónicas de viajeros que dicen haber escuchado jazz en la zona a principios del siglo XX, posteriormente con la llegada de la radio, las orquestas marimba incorporaron en su repertorio los temas de moda del Fox Trot, el Swing y el Danzón todos estos géneros se incorporaron a la tradición musical zapoteca.

La permanencia de las músicas e instrumentaciones antiguas como el pitu nisiaaba, la celosía de las tradiciones y el sistema de cargos tradicionales que encarnan las mayordomías y celebraciones religiosas, hicieron que también la música autóctona se conservara y adquiriera un carácter propio; es evidente la relación que existe entre las percusiones prehispánicas, sus puntos percutivos y la acentuación que hacen el bombo y los platillos en el Son, sin duda es una permanencia que viene desde los primeros habitantes de la zona, pues también las danzas ikoots (huaves) tienen este carácter solemne de sus percusiones. La fuerte identidad y el aprecio a los valores propios han hecho del Son Istmeño un patrimonio vivo, ésta música tiene un gran arraigo emotivo y sigue siendo necesaria para que el mundo de los zapotecos siga siendo zapoteco.

A pesar de los cambios en la lengua, las tradiciones, la arquitectura, la indumentaria, la música o la religión, los zapotecos han encontrado una continuidad en su tradición, el Son Istmeño sigue siendo nuestra música y seguirá siéndolo si sabemos conservarla y desarrollarla, el presente escrito busca una primera teorización sobre este tema para que nuestra música siga desarrollándose y los músicos istmeños tengan mayores herramientas para afrontar el porvenir.

No se trata de rescatar nada, ni de tratar de decir como se debe tocar el Son Istmeño, simplemente de aplicar el conocimiento y los caminos que ya han sido recorridos por otros para mejorar la enseñanza: proveer de técnicas, métodos y herramientas para la interpretación, el arreglo y la improvisación de forma que nuestra música siga enriqueciéndose por las siguientes generaciones.

El Son Istmeño consta de tres partes: A) el son, B) el zapateado y C) el rebolinche (final), estos tres episodios normalmente se tocan intercalados en la forma ABABABC. El uso de la improvisación depende del arreglo que haga cada banda, algunos lo hacen sobre el son, otros hacen solos en los zapateados o en ambas partes, el final es la sección más libre, todos improvisan a la vez de una manera libre y generando tensión hasta que muere el episodio. Pero improvisar no se trata de tocar cualquier nota, este arte responde a una lógica muy precisa que recubre a toda la música tonal.

Continúa...


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